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No debemos quedarnos callados ante el abuso de los apristas

Susan Villarán

“Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista. Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío. Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante. Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada” ( Martin Niemöller).
Conocí al hermano Paul McAuley en Iquitos cuando lo entrevisté para mi blog en las instalaciones de radio la Voz de la Selva. Me impresionó su gran conocimiento de la Amazonía, de sus extraordinarias potencialidades en cultura y biodiversidad pero me aterró el diagnóstico crudo acerca de las amenazas al ambiente y a las vidas de las comunidades nativas; admiré su defensa coherente y decidida de la vida frente a las concesiones masivas para industrias extractivas así como a la deforestación acelerada.
A este religioso, que es más peruano que muchos peruanos –quienes no dudan en vender nuestra riqueza al mejor postor–, lo van a echar del país. La Dirección de Migraciones que depende del Ministro del Interior y, a final de cuentas, del presidente García, no le renovará su visa y tendrá que abandonar la tierra a la que se ha dedicado con devoción. Lo acusan de “agitador”. Lo persiguen como en su momento lo hizo Fujimori con García quien tuvo que abandonar el país y exiliarse. Lo acusan los intolerantes en el gobierno, los que no quieren voces discordantes ante esta política del capitalismo salvaje y depredador, los que no quieren inversiones privadas responsables social y ambientalmente.
Lo quieren echar por seguir la línea pastoral de los obispos de AL que han expresado en su última Asamblea en Aparecida, Brasil, hace poco: “En las decisiones sobre las riquezas de la biodiversidad y de la naturaleza, las poblaciones tradicionales han sido prácticamente excluidas. La naturaleza ha sido y continúa siendo agredida. La tierra fue depredada. Las aguas están siendo tratadas como si fueran una mercancía negociable por las empresas, además de haber sido transformadas en un bien disputado por las grandes potencias. Un ejemplo muy importante en esta situación es la Amazonia.”
Yo le pregunto al presidente García si autoriza este abuso contra un religioso que se compromete con los pueblos indígenas y la naturaleza. Si deja que esto suceda, será un autócrata más. De él depende, de nadie más. Es una decisión administrativa.
¿Y nosotros frente a este abuso? ¿Nos quedaremos callados? ¿Solo protestarán los cristianos y defensores de los DDHH?

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