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El Modelo y la encuesta

Por: César Hildebrant


La última encuesta de CPI a nivel nacional -publicada el jueves 18 en el diario Correo- demuestra que la candidatura que más bríos tiene es la de Toledo -con su 20,5 por ciento ya ocupa el segundo lugar-, que la de Keiko Fujimori (19,6) ha empezado a declinar, que la de Castañeda (24,1: subió 1 punto en dos meses) tiende a crecer muy lentamente y que la de Mercedes Aráoz, seudónimo enésimo de Alan García, (7,5) podría llegar a cifras decentes al final de la campaña.
Comentario aparte merece el caso de Ollanta Humala, que desciende de 9,8% a 8% de intención de voto y cuyo mayor problema es haber perdido identidad y apostado por la confusión. En efecto, haciéndole caso a algunos consejeros, Humala ha decidido borronear bastante su izquierdismo, matizado con pragmatismo, aderezarlo con materia oscura y endulzarlo con ambigüedades. El resultado es un Humala descargado. Por eso es que, según todos los indicios, muchos de sus votos están migrando al tenderete de Toledo, que se dice de centroizquierda, que es pragmático, que profiere la ambigüedad como un maestro y que, encima, tiene para muchos la imagen de haber sido, más allá de sus copiosos errores, un presidente exitoso.
El Partido Popular Cristiano, como se comprenderá, no aparece en la encuesta porque ha desaparecido, hasta ahora, de la realidad y aspira a ser el furgón de cola de la candidatura de Castañeda. La depresión posaborto (electoral) de Lourdes Flores, la telenovela del aguerrido usurpador Daniel Córdova (autoproclamado candidato), las personales peleas internas y el enfrentamiento de renovadores versus continuistas son reflejo de la mayor crisis experimentada por el partido que fundara Bedoya Reyes, hoy nonagenario, y representaran conservadores brillantes como Alayza Grundy, Polar Ugarteche y Ramírez del Villar. En estos tiempos, todo ese esplendor parlamentario parece arqueológico: el PPC es como la casa de los Marsano, una Matusita donde se oye roncar la voz inútil de Raúl Castro. Y todo eso es una lástima porque es mil veces preferible una derecha mesocrática, decente y con reglas establecidas que una banda de forajidos entrando a saco en el presupuesto (que eso volverá ser, qué duda puede caber, el fujimorismo vengativo que asoma detrás de las buenas maneras de su candidata).
Juan Carlos Tafur piensa que Castañeda puede desinflarse y que unirse a él, como quiere la cúpula del PPC, es suicida. Tafur cree que el estilo de Castañeda será su ruina. Al margen de coincidir con Tafur en que la decisión del PPC puede resultarle fatal para el futuro, a mí esa profecía fatal en relación con Castañeda no llega a seducirme. Los silencios de Castañeda parecen calculados y, de algún modo, imitan la parquedad involuntaria de un Belmont y la triunfal aridez verbal de un Fujimori. Además, como lo apunta Manuel Saavedra -el responsable de CPI-, Castañeda tiene presencia nacional y su campaña hace tiempo que insiste en aquello que alguna vez le permitió a Odría ganar la plaza de Lima: que las palabras sobran cuando habla el cemento.
¿Y PPK? Aparece con 1,2 por ciento. Es cierto que la encuesta se hizo antes de la formación de esa alianza que lo vincula a Lay, Acuña y Simon, pero me temo que este ciudadano estadounidense no se ha dado cuenta de que él es Don Isaac y Toledo, a quien sirvió tan diligentemente, es la Inca Kola. Y no habrá Añaños político que cambie esa situación (lo cual es magnífico para la salud del país).
Nano Guerra García, que será lanzado no sé de dónde ni sé hacia dónde próximamente, aparece con un inercial 1,1 por ciento, lo que ya le puede estar dando una idea a Susana Villarán de a qué desierto la conducirá el empeño de competir a solas en las presidenciales. Porque si el ex director de El Peruano fujimorista resulta no ser el candidato, su relevo será el padre Marco Arana, magnifica persona pero con tanto carisma como el de una heladera vacía
Sorprende que las dudas sólo alcancen al 11 por ciento de los encuestados, lo que reduce la posibilidad de un meteoro, y que el rubro “Otros candidatos” haya bajado de 8,6 en septiembre a 3,7 en noviembre, lo que apunta hacia la misma dirección.
Sorprende, por último, que en un país donde le prosperidad es falaz para millones y ciertísima para una minoría, donde la desigualdad persiste y la injusticia y la corrupción gozan de tan buena salud, sorprende, digo, que las tres primeras opciones electorales encarnen la continuidad del modelo económico. Un modelo que hasta el gringo Porter, con su Harvard y todo, considera inviable a largo plazo y lleno de agujeros en la actualidad.
Humala no se ha dado cuenta de que su tibieza estratégica lo confirmó como “civilizado” en la CADE de Urubamba pero no le sirve de nada para captar a la gente que espera, con impaciencia, un candidato que proponga, sin miedo, los cambios que el país necesita.
Y los lobistas periodísticos de este estado de cosas tendrían que entender -ya sé que no lo van a hacer, pero vale la pena el esfuerzo- que este diseño de exportar piedras para comprar consumo estallará en un fracaso parecido (por más de una razón) al del guano si es que no elevamos los niveles de educación, si es que no apostamos por la innovación y la creatividad (productos de la educación) y si es que no dejamos de creer que la pobreza es la cadena perpetua que merecen la mitad de los peruanos.
Este nuevo chauvinismo de causa y de cebiche quiere hacernos creer que la esencia del modelo es intocable. Precisamente, la esencia del modelo es lo que tiene que cambiar.
Invertir en investigación, cerrar las universidades que están fabricando incapaces titulados, intervenir desde el Estado en las líneas más gruesas del desarrollo industrial (¿recuerdan Corea del Sur?), limpiar de una vez el Poder Judicial y la Contraloría, restablecer la decencia en las compras del Estado, dotar a las Fuerzas Armadas de lo imprescindible, renegociar algunos TLC, llegar a acuerdos razonables para cambiar la tributación cuando de sobreganancias altísimas se trate, confiar en nosotros tanto como confiamos en la inversión extranjera, considerar que hay zonas estratégicas de la economía que no deben estar sujetas a concesiones, imponer las normas ambientales que en este momento están siendo burladas, ¿no son acaso, todos ellos, cambios cualitativos en el modelo?
Claro que lo son. Pero en este país, la derecha, que controla los medios masivos de comunicación, ha logrado imponer sus pautas, sus miedos, sus fobias, su ignorancia y su rapacidad. Cuando este capítulo de vacas gordas termine, esa derecha se encontrará, de nuevo, con el país que le es natural: separado por abismos, desistitucionalizado, al borde de la ira.

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